Miré la ciudad calcinada y un temblor interior me dijo "¿Y si, después de todo, resistirnos al poder del enemigo, a sus bayonetas y cañones, fue una locura sin sentido?" Entonces, ¿acaso no soy partícipe y culpable de sus muertes?".
La derrota es una araña que comprime nuestro corazón con ocho patas frías. Eso, eso es la derrota: cuando el enemigo consigue que dudemos de la verdad.
Había echado de menos al Bueno de Zuvi.
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